Océano Medicina Magazine dialogó con la doctora Lorena Fontclara, médica de terapia intensiva del hospital de Clínicas y del hospital general de San Lorenzo de Paraguay. Fontclara es una profesional referente en su área y su labor fue primordial durante la pandemia de COVID-19.
Con la situación de emergencia sanitaria a raíz de la pandemia de COVID-19 hubo un crecimiento de las unidades de terapia intensiva en el sistema de salud de Paraguay. Se pasó de 381 camas a 764 para las diferentes modalidades (adultos, pediátricos y neonatales). Actualmente, el país cuenta con alrededor de 194 médicos intensivistas. Cada año culminan la especialidad entre 5 y 15 médicos. Sin embargo, la cifra parece no alcanzar para satisfacer las demandas de la sociedad. Se necesitan más médicos que emprendan el camino de esta especialidad.
Para indagar sobre la situación de las médicas y los médicos intensivistas en Paraguay, Océano Medicina Magazine dialogó con la doctora Lorena Fontclara, médica de terapia intensiva del hospital de Clínicas y del hospital general de San Lorenzo de ese país. Fontclara es una profesional referente en su área y su labor fue primordial durante la pandemia de COVID-19.
-El desafío de la medicina intensiva en Paraguay es mejorar la cantidad de médicos especialistas. Hacer que los mismos sean mejor remunerados, teniendo en cuenta que su formación implica muchos años de estudio y que el estrés laboral es importante en el día a día. Además, se debería intentar llegar a tener toda la tecnología disponible.
Por otra parte, debemos adaptar la terapia intensiva a los cambios que se están realizando en el mundo. Por ejemplo, terapias intensivas abiertas a los familiares, músico-terapia para los pacientes, terapias con luz ambiental, etcétera.
-Por la pandemia del COVID 19 se habilitaron más camas de terapia intensiva en Paraguay, tratando de hacer frente a la alta demanda por la cantidad de pacientes críticos. Este aspecto fue positivo, ya que muchas camas permanecen aún abiertas y disponibles.
El personal de terapia intensiva tuvo un desgaste importante tras dos años de pandemia, ya que el trabajo fue mucho mayor. Pero, gracias a las vacunas, durante la cuarta ola que estamos atravesando en Paraguay con la variante ómicron, la cantidad de pacientes con neumonías graves y, por lo tanto, ingresos a terapia intensiva, disminuyó sustancialmente.
Sin embargo, persiste aún una alta afluencia de pacientes a las urgencias, por las co-infecciones con otros virus (influenza, virus sincitial respiratorio, metaneumovirus, adenovirus, etc), la falta de uso de tapa bocas y distanciamiento social. No se respeta siquiera en lugares cerrados, por las últimas disposiciones gubernamentales que ya no exigen estas medidas.
-En el mundo entero, y más en países en vías de desarrollo, el déficit de personal de salud con especialidad en terapia intensiva de adultos y niños es importante. Pero en Estados Unidos y Europa, este déficit se subsana parcialmente, ya que los intensivistas están acompañados de enfermeras, nutricionistas, kinesiólogos, farmacéuticos, y otros miembros del equipo de salud, con alta cualificación en terapia intensiva.
En Paraguay y otros países de Latinoamérica, el equipo de salud especializado en terapia intensiva es deficiente, y entonces se hace más notoria la falta de médicos intensivistas.
No existe un incentivo para que los médicos jóvenes quieran elegir esta especialidad, ya que conlleva varios años de estudio y dedicación, además de mucho estrés laboral. Además, no es mejor remunerada con respecto a otros médicos que manejan pacientes críticos ante la falta de intensivistas (internistas, traumatólogos, cirujanos, neumonólogos, etcétera).
-El burnout es muy frecuente entre médicos intensivistas. Sin embargo, a nivel institucional (ministerios, hospitales, sanatorios) no existe una política ni estrategia clara de prevención, sino solamente un tratamiento de los casos diagnosticados.
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