La aparición de escaras constituye una complicación que tiene un profundo impacto para pacientes y todo el entorno sanitario. Por otro lado, la adopción de medidas preventivas es una de las responsabilidades de los y las profesionales de la enfermería.
Las escaras, o úlceras por presión, han sido definidas como una necrosis isquémica de la piel y tejidos subyacentes debido a la presión ejercida sobre una prominencia ósea. La fricción, presión, tracción y humedad constante en una zona vulnerable determina la aparición de lesiones que repercuten en pacientes, familiares, cuidadores, personal de enfermería y hasta en los propios sistemas de salud.
Para los y las profesionales de la enfermería la aparición de escaras, en un paciente a cargo, resulta siempre un evento indeseable. La herida crónica es capaz de desencadenar en los enfermos complicaciones locales y sistémicas y, además, pide un mayor esfuerzo de familiares y cuidadores. Tampoco hay que olvidar que suele elevar considerablemente los costos de atención en el ámbito sanitario. Pero, debido a que alrededor de un 95% de las lesiones son prevenibles, las escaras han pasado a ser un indicador -a veces casi único- de calidad en los cuidados de enfermería.
Está claro que en la formación de una escara entran en juego factores de riesgo extrínsecos e intrínsecos. Los primeros guardan relación con el ambiente y dependen de la posición del enfermo y la superficie de apoyo. Los factores de riesgo intrínsecos, en cambio, incluyen a aquellos propios del paciente que impiden que la piel responda de manera adecuada a la presión ejercida. Aquí se podría mencionar a la edad avanzada, una nutrición deficiente y algunas comorbilidades como la diabetes mellitus, cánceres, o la enfermedad cardiovascular.
En un artículo reciente, publicado en la revista Polo del Conocimiento, se repasan las medidas que resultan de utilidad en la prevención de escaras. Además, se brinda un panorama preliminar acerca de las prácticas más comunes realizadas por profesionales de enfermería en un hospital latinoamericano. La investigación lleva, en último término, la firma de María Luisa Loaiza Mora, licenciada en enfermería y docente de la Universidad Técnica de Machala (Ecuador).
En la prevención de escaras los cuidados habituales de la piel incluyen: el uso jabones con pH neutro, la abstención de emplear productos que tengan alcohol y la utilización de apósitos de poliuretano. Aunque gran parte del éxito aquí reposa en los cambios de posición del paciente. Existen recomendaciones en ese sentido, que indican la necesidad de alternar cada dos horas la posición de decúbito supino a decúbito lateral izquierdo y derecho. Pero si la condición del paciente lo permite, es factible incluso una rotación a decúbito prono.
Otros trabajos indican la posibilidad de realizar este procedimiento cada cuatro horas. Siempre y cuando el paciente repose sobre una superficie adecuada para distribuir la presión de manera uniforme (colchones antiescaras). Por otro lado, no resulta en esta situación recomendable elevar la cabecera de la cama por encima de los 30 grados.
Loaiza Mora y colaboradores – por medio de encuestas a 45 profesionales de la enfermería- aportan datos que indican el grado de implementación de las citadas medidas en la práctica diaria. Las respuestas provienen de un hospital ecuatoriano (Hospital de la provincia de El Oro). En los resultados de su estudio, analítico y de corte transversal, el 86,67% de los encuestados comenta que siempre valora la integridad de la piel del paciente como medida preventiva. El uso regular de cremas humectantes y protectores cutáneos involucra a un 64,44% de los participantes.
Un 68,89% de los encuestados asegura siempre realizar el cambio de posición cada 2 horas, o menos, como medida de prevención de escaras. Además, un 55,56% refieren que siempre vigila adecuadamente la ingesta de proteínas y calorías del paciente. Por último, un 80% de los participantes refiere que utiliza siempre las escalas de Norton, o Braden, en su actividad diaria. Dichas herramientas han demostrado ser útiles en la evaluación del riesgo que tiene un paciente para desarrollar escaras.
Históricamente, la incidencia de escaras en pacientes hospitalizados resulta mayor en el área de cuidados críticos y en las salas de internación de clínica médica. Distintos estudios, incluidos algunos de Perú, coinciden en señalar a la región sacra (76%) y a los talones (16%) como las zonas anatómicas más frecuentemente lesionadas.
“Para garantizar la seguridad del paciente, los procedimientos diagnósticos y terapéuticos deben ser cumplidos en las diferentes actividades del proceso de atención de enfermería”, comenta en el artículo Loaiza Mora. Además, agrega que “el profesional de enfermería que ejerce su función asistencial tiene la responsabilidad ética de actualizar sus conocimientos en relación a la prevención de escaras”.
Pero por otro lado, la profesional pide por estudios que identifiquen las barreras que limitan en la práctica diaria una óptima prevención de las escaras. En ese sentido, han sido citadas la falta de equipo o insumos médicos, la falta de personal de enfermería, tiempo escaso para realizar estas actividades, o la poca colaboración del enfermo y los familiares. “Una intervención oportuna, eficiente y eficaz, mejora la calidad de vida del paciente”, asegura Loaiza Mora.
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-GONZALES-GARCÍA, Ambar Brigitte; VILLEGAS-DURÁN, Evelyn Lizbeth; LOAIZA-MORA, María Luisa. Prácticas preventivas en úlceras por presión desde la perspectiva de enfermería. Polo del Conocimiento, [S.l.], v. 8, n. 1, p. 350-364, ene. 2023. ISSN 2550-682X. Disponible en:
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