Los Centers for Desease Control and Prevention de Estados Unidos (CDC) utilizaron una extensa base de datos de informes médicos que les permitieron evaluar posibles signos, síntomas y afecciones posteriores a la COVID-19 en niñas, niños y adolescentes.
Múltiples estudios caracterizaron y estimaron la incidencia de las afecciones pos-COVID entre los adultos. Pero los datos sobre su efecto en niñas, niños y adolescentes son limitados. Con el fin de recabar información al respecto, los Centers for Desease Control and Prevention de Estados Unidos (CDC) utilizaron una gran base de datos de informes médicos que les permitieron evaluar posibles signos, síntomas y afecciones posteriores a la COVID-19 en esta población. El período analizado es el comprendido entre el 1 de marzo de 2020 y el 31 de enero de 2022.
Para llevar a cabo la investigación se realizó un estudio comparativo entre 781.419 niñas, niños y adolescentes estadounidenses de 0 a 17 años. Estos habían tenido COVID-19 confirmada. Además, 2.344.257 niñas, niños y adolescentes estadounidenses que no habían presentado la infección. Los análisis se restringieron a personas del rango etario antes mencionado. Estas estaban inscriptas en un plan de seguro médico durante el 1 de marzo de 2019 y el 31 de enero de 2022.
Los síntomas y las afecciones se identificaron por la primera aparición y se clasificaron en función de los códigos de la Clasificación Internacional de Enfermedades, Décima Revisión, Modificación Clínica (CIE-10-CM). Los cuales, fueron documentados entre 31 y 365 días después de la fecha índice.
Asimismo, se utilizaron modelos de riesgo proporcionales de Cox para estimar los RHa, para cada síntoma y afección. Todos los modelos se ajustaron por edad, sexo, etnia, región de la Oficina del Censo de Estados Unidos, complejidad médica y hospitalización previa.
Los mismos modelos se estimaron para tres grupos de edad (2 a 4, 5 a 11 y 12 a 17 años).
La edad promedio de los pacientes con y sin COVID-19 fue de 12 años, y el 50% estaba constituido por mujeres (en ambos grupos).
Los pacientes sin COVID-19 tuvieron una mayor prevalencia de hospitalización previa (4,5%) y de enfermedad crónica compleja (15,6%), que los pacientes con COVID-19 (3,6% y 11,7%, respectivamente).
Los pacientes que habían tenido COVID-19 fueron más propensos que los que no la presentaron a desarrollar ciertos síntomas pos-COVID-19. Por ejemplo, alteraciones del olfato y del gusto (aHR = 1,17), signos y síntomas circulatorios (1,07), malestar y fatiga (1,05) y dolor musculoesquelético (1,02).
También experimentaron con mayor prevalencia las siguientes afecciones: embolia pulmonar aguda (2,01), miocarditis y miocardiopatía (1. 99), evento tromboembólico venoso (1,87), insuficiencia renal aguda y no especificada (1,32), diabetes tipo 1 (1,23), trastornos de la coagulación y hemorrágicos (1,18), diabetes tipo 2 (1,17) y arritmias cardíacas (1,16).
Sin embargo, fueron menos propensos a desarrollar signos y síntomas respiratorios (0,91), síntomas de afecciones mentales (0,91), trastornos del sueño (0,91), afecciones neurológicas (0,94), trastornos relacionados con la ansiedad y el miedo (0,85), trastornos del estado de ánimo (0,78) y trastornos musculares (0,94).
En el análisis estratificado según las edades, las incidencias de los síntomas y las afecciones fueron diversas.
Entre los niños de 2 a 4 años, los índices de incidencia más elevados para los pacientes con COVID-19 fueron los de miocarditis y miocardiopatía (índice de incidencia = 2,39), insuficiencia renal aguda y no especificada (1,52) y trastornos de la coagulación y hemorrágicos (1,47). Además, presentaron mayores tasas de diagnóstico de asma (1,12) y de signos y síntomas respiratorios (1,07).
Entre los niños de 5 a 11 años, los mayores índices de RHa para los pacientes con COVID-19 fueron los de miocarditis y miocardiopatía (2,84), evento tromboembólico venoso (2,69) e insuficiencia renal aguda y no especificada (1,38).
Entre los pacientes de 12 a 17 años, los ratios de riesgo más elevados para los pacientes con COVID-19 fueron los de embolia pulmonar aguda (2,03), miocarditis y miocardiopatía (1,66) y evento tromboembólico venoso (1,52).
En Suecia se llevó adelante un pequeño estudio que indicó que 5 niños, con una edad media de 12 años, habían desarrollado cuadros de pos-COVID-19, 6 meses después de haber tenido la infección. Los síntomas fueron los siguientes: fatiga, dolor muscular y articular, dolor de cabeza e insomnio. Ninguno de los niños fue hospitalizado en el momento del diagnóstico, pero uno fue ingresado posteriormente por pericarditis-miocarditis.
En un estudio de 129 niños italianos con COVID-19, casi la mitad declaró tener al menos un síntoma 60 días o más después de la infección. Los síntomas más comunes incluyeron fatiga, dolor muscular y articular, dolor de cabeza, insomnio, problemas respiratorios y palpitaciones. Los investigadores descubrieron que, incluso algunos niños con infecciones asintomáticas por COVID-19, desarrollaron síntomas crónicos y persistentes.
Por otro lado, de los 151 niños atendidos en una clínica de seguimiento de COVID-19 en Melbourne, Australia, 12 presentaron síntomas entre los 3 y 6 meses posteriores a la infección. Algunos síntomas, como la fatiga, duraron hasta 8 semanas, y casi todos los niños de la clínica volvieron a sus niveles de salud iniciales.
En un estudio de cohorte prospectivo de una clínica pediátrica de Israel, los síntomas prolongados de la COVID se asociaron con un deterioro funcional hasta 7 meses después del inicio de la infección (principalmente fatiga y disnea).
Los síntomas neuropsiquiátricos que se presentan en niños con pos-COVID son de gran interés. Es necesario seguir investigando para determinar si son consecuencia de la infección o resultado del estrés. O también, la ansiedad o los cambios de comportamiento relacionados con las restricciones asociadas a la pandemia.
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