El Médico Cardiólogo, Ricardo Iglesias, advierte que la enfermedad cardiovascular sigue siendo la principal causa de mortalidad.
Sabemos que los ácidos grasos omega-3 son clave para reforzar las funciones neurológicas, cardiovasculares e inmunológicas del organismo, ya que combaten problemáticas del corazón, el colesterol y la tensión arterial. Su efecto de protección del sistema inmune puede convertirse en un gran aporte para protegernos del ataque de distintos virus. Nuestro cuerpo no es capaz de producirlo por su cuenta, por lo que debe ingerirse mediante la dieta o suplementos dietarios.
Sin embargo, no todas las fuentes de alimentos donde se encuentra generan los mismos beneficios ni actúan de igual manera.
Para entender sus beneficios, es importante comprender su tipología.
Los ácidos grasos omega-3 se encuentran en tres principales formas en los alimentos: ácido eicosapentaenoico (20:5 omega-3, EPA), ácido docosahexaenoico (22:6 omega-3, DHA) y alfa linolénico (18:3 omega-3, a-ALA).
A su vez, el omega-3 tiene dos fuentes principales: alimentos de origen animal, como el pescado (aportantes de EPA y DHA) y alimentos de origen vegetal, como semillas de chía (aportantes de ALA).
El consumo de alimentos o suplementos dietarios que aportan EPA y DHA, a base de aceite de pescado, reduce los factores de riesgo de enfermedades coronarias, así como la probabilidad de sufrir problemas cerebro-cardiovasculares, disminuye las concentraciones de triglicéridos y mantiene el equilibrio entre el colesterol denominado malo (LDL) y el colesterol llamado bueno (HDL).
El EPA también tiene excelentes propiedades antiinflamatorias y antialérgicas, mientras que el DHA es bueno para el sistema nervioso, el funcionamiento del cerebro y la visión.
A la hora de incorporar los beneficios de este ácido graso mediante la dieta, es fundamental entender que no todos los alimentos con omega-3 tienen la misma efectividad. Nuestra salud depende de ello.
Tal como indica un estudio del Instituto Nacional de Medicina Genómica de México, las variedades EPA y DHA son las que han demostrado tener mayores efectos en comparación con la forma ALA, cuyos resultados no han sido concluyentes.
A su vez, esto es reforzado por la Sociedad Estadounidense de Nutrición, que indica que las variedades EPA y DHA, provenientes de aceite de pescado, son las que logran mayores efectos positivos en nuestro organismo, siendo la principal fuente de omega-3 que nuestra salud necesita.
Los estudios clínicos controlados reafirman el efecto protector de los ácidos grasos omega-3 proveniente del pescado en la prevención cardiovascular.
El estudio DART (Diet and Reinfarction Trial), el cual incluyó 2033 pacientes con infarto reciente seguidos a 10 años, demostró que una dieta rica en omega-3, con al menos dos porciones de pescado graso por semana, produjo un descenso de la mortalidad de un 29%.
Por su parte, en el US Phisicians Health Study (20.551 médicos entre 40 y 84 años de edad libres de enfermedad vascular, seguidos durante 11 años) se observó un 52% de reducción de muerte súbita en aquellos que consumían pescado al menos 1 vez por semana.
Un metanálisis reciente, publicado en la revista de la Clínica Mayo reafirma la importancia de estos ácidos grasos esenciales en la prevención de eventos cardiovasculares.
Más de 40 estudios con 135.267 pacientes evidencian un descenso significativo del infarto agudo de miocardio del 13% si se suma una terapia de suplemento de omega-3 (EPA/DHA).
Todos estamos de acuerdo en los beneficios que trae incorporar pescado en nuestra rutina alimentaria, pero lamentablemente en nuestra comunidad se nos hace difícil de implementar.
En nuestra región es popular el consumo de carnes rojas y el acceso a pescado fresco se torna complejo por la geografía. En muchas oportunidades no logramos que los pacientes sumen esta recomendación. No dudemos en indicar suplementos de aceite de pescado.
Cualquiera sea la elección, es importante asegurarse de que el producto elegido contenga los ácidos grasos poliinsaturados omega-3 EPA y DHA, avalados y certificados por la comunidad científica como los más importantes y efectivos para nuestra salud.
La enfermedad cardiovascular sigue siendo la principal causa de mortalidad en todo el mundo y esta recomendación nos da una herramienta más para combatir esta antigua pandemia.
Dr. Ricardo Iglesias. Médico Cardiólogo. MN: 58310
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