Desde que comenzó la pandemia, sectores estatales y privados de todo el mundo han invertido en iniciativas que permitieran mitigar la crisis social, económica y sanitaria que esta provocó.
Desde que comenzó la pandemia, sectores estatales y privados de todo el mundo han invertido en iniciativas que permitieran mitigar la crisis social, económica y sanitaria que provocó.
Pero esas inversiones no servirían de nada sin el trabajo de miles de científicos y desarrolladores que aportan sus esfuerzos para sobrellevar esta emergencia sanitaria global.
A continuación, los cinco avances que contribuyeron (y lo seguirán haciendo) al control de la pandemia:
El papel de la bioinformática resultó fundamental en el estudio del virus SARS-CoV-2, ya que permitió analizar las secuencias de sus materiales genéticos.
Mediante esta tarea es posible comprender cómo el virus evolucionará con el paso de las generaciones.
Con respecto a este tema, en Argentina, investigadoras del CONICET descubrieron 26 genomas del virus. El conjunto pertenecía, al menos, a cuatro linajes genéticos (B1, B1.1, B1.3 y B1.5).
Dentro de esos linajes se observaron diferencias entre las secuencias. Algunas se asociaban con secuencias de otros países, mientras que otras presentaban ciertos cambios que podían estar asociados a la circulación local.
Uno de los grandes desafíos de la pandemia de COVID-19 fue (y lo es aún) detectar a las personas infectadas para poder aislarlas y así contener la transmisión del SARS-CoV-2.
Para ello, resultó fundamental la producción de potentes técnicas para el diagnóstico.
Tal es el caso del test desarrollado por investigadores de la empresa CASPR Biotec y Conicet. Este test permite realizar la detección de genoma viral del SARS-CoV-2 de una forma sensible, rápida y específica. Desde la muestra, purifica el ARN viral y lo detecta con la tecnología CRISPR.
Por otro lado, es necesario destacar la importancia de la producción de técnicas de diagnóstico diferencial que han posibilitado a los profesionales médicos distinguir ente el SARS-CoV-2 y otros virus.
En este sentido, además de las pruebas de PCR, varios países han ensayado el análisis de imágenes de rayos X del tórax a partir de un software de lectura automática.
El diagnóstico diferencial, también, está siendo evaluado para evitar complicaciones en la evolución de los pacientes que presentan una infección por SARS-CoV-2. Así lo demuestra el método elaborado por la empresa argentina Radbio. Su objetivo es predecir, en fases tempranas de COVID-19, complicaciones pulmonares severas.
El método analiza, a partir de muestras de sangre tomadas a pacientes con COVID-19, la expresión de 6 genes. Estos genes son, potencialmente, biomarcadores que pueden verse afectados durante la tormenta de citoquinas que se produce en respuesta del ingreso del virus al organismo.
Un estudio publicado en la revista Journal of the American Medical Association (JAMA, por su sigla en inglés) señala que lo novedoso de la vacuna contra el SARS-CoV-2 no se limita a la velocidad de producción, sino a las distintas metodologías empleadas para su diseño, lo cual podría modificar el proceso clásico de producción industrial de vacunas.
De acuerdo con el estudio, liderado por Paul Offit -especialista en inmunología y famoso por haber co-creado una vacuna contra el rotavirus- se están empleando dos metodologías de desarrollo novedosas en el campo de la vacunación.
Por un lado, las vacunas de ARN mensajero (ARNm), las cuales nunca se habían utilizado comercialmente para prevenir enfermedades humanas. Su uso clínico se limitaba a combatir la rabia animal. Dentro de este grupo se encuentran las vacunas diseñadas por las compañías Pfizer y BioNTech, y Moderna.
La otra metodología se basa en el uso de una familia de virus del resfriado común que fueron modificados genéticamente. Un ejemplo de este tipo de producción son las vacunas en las que trabajan la Universidad de Oxford con AstraZeneca y la de Johnson & Johnson.
Dos de las iniciativas más originales para el tratamiento de la COVID-19 fueron, sin dudas, el suero hiperinmune de caballos y el plasma de convalecientes.
Para lograr el medicamento hiperinmune los investigadores inyectaron en caballos una proteína del virus SARS-CoV-2 que sirvió como antígeno. Es decir que, al introducirse en el organismo de estos animales, indujo una respuesta inmunitaria provocando la formación de anticuerpos.
Estos anticuerpos son obtenidos mediante la extracción de plasma de los caballos. Luego, son sometidos a un procesamiento para obtener fragmentos de alta pureza, los mismos que se utilizan en humanos para el tratamiento de la COVID-19.
La terapia equina fue aprobada por la ANMAT.
Por su parte, el estudio que indaga sobre la acción del plasma de convalecientes no ha logrado demostrar su eficacia porque no presenta un grupo control, pero sí ha evaluado la letalidad en la unidad crítica de piso.
Asimismo, buscó factores de riesgo independientes, encontrando al sobrepeso como uno de los más importantes.
Los resultados del ensayo Plasmar indican que, en comparación con el uso de placebo entre los pacientes hospitalizados con neumonía por COVID-19 con criterios de gravedad, el uso de plasma no produjo un beneficio clínico significativo a los 7, 14 o 30 días de seguimiento.
Aunque, según un estudio de la Fundación INFANT, si el tratamiento se aplica dentro de las primeras 72 horas tiene una eficacia del 61% en mayores de 65 años.
A lo largo del año, diferentes soluciones constituyeron un aporte fundamental para preservar la salud de los sanitarios y evitar la propagación del SARS-CoV-2. En los establecimientos de salud o en otro tipo de ámbitos públicos.
Por ejemplo, Aerosol Box, desarrollado por diseñadores industriales de la Universidad de Buenos Aires, permitió aislar las cabezas de los pacientes para retener las partículas que estos pudieran expulsar, mientras los profesionales de la salud realizan maniobras en sus vías aéreas.
Por su parte, el robot UVR-bot, producido por la empresa UVRobotics, desinfectó ambientes mediante el empleo de luz ultravioleta. En su modelo más avanzado fue generado específicamente para la desinfección de los centros de salud.
Mientras que el producto generado por las investigadoras Vera Álvarez y Verónica Lassalle aprovechó las propiedades antivirales y también antifúngicas y antimicrobianas de un biopolímero conocido como quitosano.
Al usarse como productos de limpieza, los desinfectantes como la lavandina permiten eliminar el SARS-CoV-. En cambio, lo que hacen estos materiales es cubrir o impregnarse en superficies y así mantenerlas protegidas.
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